En pos de una vida saludable, cada vez más personas optan por alimentos y bebidas naturales. Para poder ofrecerles productos que se alineen con sus intereses, es necesario comprender qué esperan los consumidores de un producto natural.
“La comida real no tiene ingredientes. La comida real es el ingrediente”, dice el famoso chef británico Jamie Oliver. Esta frase bien podría representar la voz de los consumidores en la actualidad que, cada vez más, privilegian lo natural como forma de vida y evitan incluir en sus dietas alimentos excesivamente procesados. Comer sano y natural es la premisa para alcanzar el bienestar.
Si hasta hace unos años este interés era propio de nichos más específicos de mercado, hoy es una pauta que se extiende a los segmentos de consumo masivo. Así, los consumidores están atentos a los ingredientes que componen los alimentos y bebidas que incluyen en su carro de compras. A su vez, exigen una mayor transparencia sobre cómo están elaborados, de dónde provienen y su etiquetado.
Según un relevamiento de Datamonitor[1], la mitad de los consumidores se inclinan por productos que digan “contiene ingredientes naturales” y “de fuentes naturales”. Cuanto menos procesado sea un alimento o bebida y cuantos menos conservantes o ingredientes artificiales como saborizantes o colorantes posea, más atractivo resultará para los compradores. Aquí la transparencia en la comunicación y en el etiquetado resulta clave.
Pero lo natural no solo está asociado a algo más saludable, sino también a un mejor sabor. Por ejemplo, a la hora de evaluar una bebida, el 61%[2] de los consumidores latinoamericanos considera que este es el factor de mayor peso para determinar cuán natural es ese producto. El resto de la torta se reparte entre el aroma, la textura y el color.
De esta manera, la autenticidad aparece como un nuevo atributo valorado por los consumidores. Para que un producto sea percibido como natural, debe evocar los ingredientes en su forma original o en las formas más tradicionales de su preparación, para así poder equiparar las expectativas a nivel sensorial de un producto.
Estudios internos de Givaudan[3], muestran que, en América Latina, existe cierto consenso entre los consumidores respecto a lo que esperan en materia de sabor, textura, color y aroma en un producto natural.
- El sabor debe ser balanceado, ni muy concentrado ni empalagoso. Sobre todo, reflejando las notas características de los ingredientes declarados (en su estado más fresco).
- La textura debe evidenciar los ingredientes naturales que lo componen (de preferencia con pulpa, semillas o pequeños trozos).
- El color debe mostrar las imperfecciones naturales tal como se presentan en el ingrediente original (variaciones que podemos encontrar en las frutas).
- El aroma debe ser sutil, fresco, menos intenso que en un producto procesado.
Hay empresas que ya comenzaron a rever los procesos e ingredientes que incorporan a sus productos. En 2015, la filial norteamericana de una importante compañía de alimentos comunicó que retiraba los colorantes y los sabores artificiales de sus chocolates. Ese mismo año, otra conocida productora de alimentos se propuso lo mismo para su línea de cereales, con la meta de alcanzar para 2018 el 100% de sus cereales libres de colorantes y saborizantes artificiales.
Ante los cambios en los hábitos de consumo, las marcas se ven obligadas a reformular sus propuestas con ingredientes naturales que satisfagan las inquietudes y deseos de los consumidores. Un producto “más natural”, refleja mayor calidad y, por ende, justifica mejor la inversión de los consumidores. Es tiempo de volver a la naturaleza para poner en la góndola alimentos y bebidas donde “la comida real sea el ingrediente”.
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